CARTA DE D. GINÉS GARCÍA BELTRÁN – OBISPO DE GETAFE

DISCÍPULOS ENVIADOS A REVITALIZAR LA COMUNIÓN

El Plan de Evangelización que trazamos para nuestra Diócesis nos recuerda cada año que somos discípulos. El cristiano es un discípulo de Cristo, alguien que, después del encuentro con el Señor que le cambia la vida, se pone en camino, junto a Jesús, y junto a otros hermanos, siempre alimentado por la Palabra de Dios y los sacramentos. Si en los años anteriores destacábamos la vocación del discípulo a curar las heridas de nuestros hermanos con el bálsamo de la caridad, este año se nos invita como discípulos a revitalizar la comunión. La Iglesia es una comunión a imagen de Dios, que es comunión; pues, siendo uno –afirmamos en la fe–, su unicidad es una trinidad de amor: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pues, a imagen de Dios, la Iglesia forma también una comunión que se cimenta en la unidad de la fe que profesamos y en la variedad de los que formamos la Iglesia, cada uno con los dones que ha recibido. La comunión nos habla de unidad, pero también de variedad, de pluralidad. San Pablo presentó esta realidad de un modo muy bello con la imagen del cuerpo (cfr. 1 Cor 12,4-13). Somos el cuerpo de Cristo. Esta comunión la expresamos cada día, y no sólo cuando estamos en la iglesia, o realizamos una tarea apostólica en la parroquia o en cualquier institución católica. La expresamos en lo que somos, en lo que hacemos. La comunión tiene su manifestación más perfecta en la celebración de la Eucaristía, donde nos hacemos uno con Cristo y con su cuerpo, que es la Iglesia; de esta manifestación eucarística de la comunión brotan todas las actividades de la Iglesia, empezando por la caridad.

Por todo esto, la comunión exige que caminemos juntos. Exige la sinodalidad –es una palabra griega que significa caminar juntos–. Este curso, en nuestra Diócesis de Getafe, queremos tomar conciencia de que caminamos juntos, de que todos somos necesarios en este camino eclesial, de que somos corresponsables en la vida y en la marcha de la Iglesia, y no por concesión de otros, del obispo o de los sacerdotes, sino como don y exigencia de nuestro bautismo. De aquí que, junto al objetivo de vivir y expresar la comunión, este año pensemos en tomar conciencia del papel de los laicos, la gran mayoría del Pueblo de Dios. Algunos todavía pueden preguntarse qué es un laico, y la respuesta más rápida podría ser: los que no son curas, ni consagrados; pero no es así. El laico es mucho más. No se define por lo que no es, sino por lo que es. Se define por el bautismo y por su vocación en la Iglesia y en el mundo. El laico está llamado a ser imagen del Señor y su testigo en la Iglesia y en el mundo, “transformando las realidades temporales y ordenándolas según Dios” (LG 31). Estos objetivos del nuevo curso pastoral en la Diócesis de Getafe nos unen a la invitación del Papa Francisco a comenzar un camino sinodal con toda la Iglesia, y en vista al próximo Sínodo de los Obispos. Vivir nuestro ser diocesano en comunión con la Iglesia universal es una gracia y una nueva oportunidad de revitalizar nuestra vida cristiana y la vida de la Iglesia. Encomiendo este curso pastoral y cada una de nuestras vidas a la protección maternal de la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de la Diócesis de Getafe.